miércoles, 30 de julio de 2014

Te miro y tiemblo

“Te miro y tiemblo”. Eso dice la letra de una canción y a veces eso siento yo con miquito. Lo miro y tiemblo porque no sé si las decisiones que estoy tomando serán las acertadas, porque quiero hacerlo bien y sobre todo que él un día piense en mí y tenga la certeza de que lo hice bien.
Miquito y yo estamos prácticamente pegados todo el día y en estos casi cinco meses de vida me despego de él lo justo.
Últimamente me voy a correr por las mañanas y lo dejo durmiendo con el papi o sea, que estoy sin él una media hora al día. Hace unas semanas nos fuimos de boda y se quedó con su yaya. Tengo que decir que en ese día las primeras horas lo pase mal, era la primera vez que lo dejaba con alguien  y sentía que me faltaba una mano. Pues bien, esto lo he comentado con alguna madre y éstas coinciden en que lo que estoy haciendo no es bueno para él ni para mí, entonces empiezan las inseguridades y empiezo a leer blog de otras madres y veo conferencias del pediatra Carlos González y no veo donde está el problema…
Si él llora cuando ya lleva un ratito en el parque yo lo cojo, si tengo que hacer cosas en casa y no se quiere despegar de mí, me lo cuelgo en la bandolera y tan felices, y cuando llega la hora de la siesta, si yo disfruto teniéndolo a mi lado durmiendo, no veo dónde está el delito.
Le gustan los brazos, sí, le encantan ¿y qué? El ser humano no está hecho para estar solo, somos sociables y nos gusta estar con gente, ¿por qué pretendemos que un bebé de cinco meses de vida se quede en el parque calladito y sin molestar? y ¿por qué pretendemos que una madre se separe de su niño los primeros meses de vida y esté tan feliz?
No puedo evitarlo, creo que lo necesito tanto como él a mí, tengo necesidad de abrazarlo, de comérmelo a besos, de verlo sonreír y de que él me mire con esa mirada de amor profundo y estoy segura de que cuando tenga dieciocho años no va querer que lo lleve en brazos, ni echarse la siesta conmigo, ni me dejará comérmelo a besos. Así que no sé si lo estaré haciendo mal o bien pero sé que estoy haciendo lo que creo que es mejor para él.

sábado, 26 de julio de 2014

Masaje para aliviar los colicos

Pincha la imagen para verlo mejor:



Los cólicos son esos gases que se les quedan a nuestros peques en la barriga y los pobres lo pasan falta y se matan a llorar. Cuando los sufren, todo el mundo te da su consejo, el que a cada uno le fue bien. Esto es lo que a mí me funcionó:
Los masajes que veis en la imagen.
El porteo (ahí lo daba todo).
Y estas gotas: Nux vómica-homaccord. Tres gotas de una cada cinco minutos (ojo! esto consultarlo con vuestro pediatra, porque a mí me fue bien pero cada niño es un mundo).
Tengo que decir que de estas tres cosas, el porteo era lo que mejor funcionaba. Ehaba gases como un loco.
Espero que ha alguien le sirva de ayuda.
Nos vemos pronto!!
 

jueves, 24 de julio de 2014

El parto. Segunda parte.


Entre mi marido y el celador me llevaron andando al paritorio, yo iba con mis piernas dormidas y esa sensación de no controlar nada.
Me subieron al potro y se pusieron a preparar cuando mi ginecólogo se asomó al asunto dijo: “no te preocupes, que este chiquillo no se cae”. Primeras palabras de ánimo…
Me explicaron como respirar: cógete aquí, respira así y patatín patatán, de que me di cuenta el anestesista estaba subido encima de mí y yo blanca de dolor. Esto lo tengo un poco espeso por aquello de que la oxitocina te hace olvidar.
En un momento dado el dolor y el cansancio me ganaban la batalla, no podía más, me nublé y dije  que no empujaba más (dadme un bisturí, yo lo saco) La idea no les gustó nada y todos insistían: “venga, empuja mujer” Mi ginecólogo: “las ganillas ponen un huevo todos los días y no se quejan tanto” y a mí me daba igual lo que dijeran, solo pensaba “dejadme ya, por favor”. Entonces escuche la voz de la única persona que me conocía y estaba sufriendo como yo en ese momento: “venga, que tú puedes con esto y con más” y en ese momento pensé por él y por nuestro hijo tengo que empujar, me duela lo que me duela, y así lo hice, con el anestesista y el pediatra encima y yo empujando con todas mis fuerzas, el miquito salió y me sentí la persona más cansada y feliz de la tierra.
El pediatra se lo llevó rápidamente a la incubadora, me dejaron darle un beso y fuera. Me hubiese gustado hacer el “piel con piel” pero no pudo ser…
Cuando me sacaron del paritorio tenía esperando a  un  montón de gente. Mi madre me dio un beso que casi me come y mi suegra otro, y yo pensé “ahora sé lo que nos queréis” porque hasta ese momento no tenía ni idea.
Dos horas pasaron hasta que pude tenerlo en brazos, esas dos horas fueron una ida y venida de fotos de móvil que le hacían todos desde la incubadora: “madre mía que genio tiene, está llorando un montón”. A las dos horas, el auxiliar vino con él en brazos. Venía llorando y su llanto era como el de un gato pequeño. Me lo puso en mis brazos y fue mágico, empecé a hablarle, a decirle lo mal que lo habíamos pasado pero por fin estábamos juntos. Él me miraba con la mirada más bonita del mundo, callado, “ahora estas con mamá” Ya no lloró más esa noche.
Ya hace casi cinco meses de ese día y por él volvería a pasarlo todo de nuevo. Tuve un momento malo pero todo lo demás fue mágico. Sin duda, fue el día más feliz de mi vida, junto con el de mi boda.





miércoles, 23 de julio de 2014

El parto 1


Mi miquito nació el 2 de marzo a las nueve y cuarto de la noche. El día fue intenso pero al final todo el esfuerzo valió la pena.

A las dos de la madrugada del día 1 empecé a notar que el peque se movía mucho y me pareció muy raro porque él por las noches no se movía. Fui al baño y  al limpiarme tenía un poquito de sangre. Saltaron todas las alarmas en mi cabeza, justo ese día salía de cuentas. Tuve ganas de salir corriendo a urgencias pero mi marido le puso el punto de cordura al asunto: “¿tienes contracciones? NO. Pues a la cama que eso es el tapón mucoso”. Así era, mi parto estaba al llegar.

Después de toda la noche sin pegar ojo y dando paseos de la cama al baño por fin amaneció y entonces empezó a correr por mis piernas un liquidito, pero muy poco,, solo cuando me movía. En ese momento yo no podía estar más perdida, y mira que te preparan y te lo cuentan, pues yo pensaba que romper aguas era algo más escandaloso. Llamé a mi matrona y le conté como estaba la situación, ella, que lleva más de cuarenta años ejerciendo me dijo “tú tranquila, a las doce te vienes”, a todo esto, eran las ocho de la mañana. Me puse a dar paseos por la casa y apunté las mini contracciones (digo minis porque luego vinieron las de verdad), di saltitos en la pelota de Pilates, comprobé que no faltaba nada en la bolsa y así, poco a poco, fue llegando la hora.
A las doce y cuarto estábamos en el sanatorio. La matrona me miró y dijo “pues sí, la bolsa se ha roto y te quedas ingresada” VIVA!!! Llamé a mi madre: “mamá, tranquila que vamos para largo, no vengáis ya”.

A la una estaban allí .

Como casi no había dilatado, la matrona, para darle vidilla al asunto, me puso una especie de tampón y entonces empezó la fiesta. Empecé a sentir ese dolor tan peculiar que yo definí como “parece que me están arrancando las tripas lentamente” y me agarré a la mano de mi marido como si me fuera la vida en ello. Mi madre y mi padre me miraban desde el sofá con cara de circunstancias y cuando ya no pude aguantar más el dolor, me pasaron a dilatación.

Allí apareció un ángel llamado anestesista e hizo magia potagia y el dolor desapareció, “ahora lo ves, ahora no lo ves”. Vaya invento la epidural!! Desde aquí gracias de corazón al que la inventó!

Las horas fueron pasando y la matrona cada poco me metía la mano para colocar al miquito, que cada vez que notaba que le tocaban la cabeza se subía a mi garganta. El anestesista cada poco entraba y me ponía un bolo de epidural. La matrona, que era un encanto, dejó pasar uno a uno a mi madre, a mi suegra, a mi hermano... Vamos, al que quiso entrar.

Antes de las nueve apareció mi ginecólogo, el celador, la auxiliar y el pediatra. Entonces empezó la fiesta. 

martes, 22 de julio de 2014

Bienvenidos a mi Blog


Me presento. Me llamo Ana y por mis venas corre sangre albaceteña. Vengo a contar mi historia, como mi mundo dio la vuelta y de repente me convertí en mamá, y ahora no sé ser otra cosa.

Mi pequeño Miquito también conocido como mollitas, angelito sin alas, gordito, principito y cosas con más -itos tiene casi cinco meses pero si hago memoria, os prometo que yo parí ayer.

Antes de que el instinto maternal me asaltara y me convirtiera en una persona diferente yo no quería tener niños (ahora tendría cuatro o cinco). No lo recuerdo bien pero mi esposo dice que mis palabras textuales eran estas: “yo niños no, perros los que quieras” Vergüenza ajena me da cada vez que me lo recuerda…

Ahora soy una mamá que da pecho a demanda (tengo la teta fuera todo el día), una mamá que portea (a un niño de ocho kilos) y que practica el colecho (y así aprovecho y me hecho unas siestas de dos horas…) Una mamá primeriza que hace lo que puede por hacerlo lo mejor posible.
Desde el embarazo me volví loca leyendo blogs que me ayudaron mucho solo contando sus experiencias y es lo que básicamente pretendo hacer yo, contar mis aventuras como mamá y esperar que ayuden a alguien en esos momentos en los que la felicidad y el miedo te asaltan a diario.