Entre mi marido y el celador me llevaron
andando al paritorio, yo iba con mis piernas dormidas y esa sensación de no
controlar nada.
Me subieron al potro y se pusieron a preparar
cuando mi ginecólogo se asomó al asunto dijo: “no te preocupes, que este
chiquillo no se cae”. Primeras palabras de ánimo…
Me explicaron como respirar: cógete aquí,
respira así y patatín patatán, de que me di cuenta el anestesista estaba subido
encima de mí y yo blanca de dolor. Esto lo tengo un poco espeso por aquello de
que la oxitocina te hace olvidar.
En un momento dado el dolor y el cansancio me
ganaban la batalla, no podía más, me nublé y dije que no empujaba más (dadme
un bisturí, yo lo saco) La idea no les gustó nada y todos insistían: “venga,
empuja mujer” Mi ginecólogo: “las ganillas ponen un huevo todos los días y no
se quejan tanto” y a mí me daba igual lo que dijeran, solo pensaba “dejadme ya,
por favor”. Entonces escuche la voz de la única persona que me conocía y estaba
sufriendo como yo en ese momento: “venga, que tú puedes con esto y con más” y
en ese momento pensé por él y por nuestro hijo tengo que empujar, me duela lo
que me duela, y así lo hice, con el anestesista y el pediatra encima y yo
empujando con todas mis fuerzas, el miquito salió y me sentí la persona más
cansada y feliz de la tierra.
El pediatra se lo llevó rápidamente a la
incubadora, me dejaron darle un beso y fuera. Me hubiese gustado hacer el “piel
con piel” pero no pudo ser…
Cuando me sacaron del paritorio tenía
esperando a un montón de gente. Mi madre me dio un beso que casi me
come y mi suegra otro, y yo pensé “ahora sé lo que nos queréis” porque hasta
ese momento no tenía ni idea.
Dos horas pasaron hasta que pude tenerlo en
brazos, esas dos horas fueron una ida y venida de fotos de móvil que le hacían
todos desde la incubadora: “madre mía que genio tiene, está llorando un
montón”. A las dos horas, el auxiliar vino con él en brazos. Venía llorando y
su llanto era como el de un gato pequeño. Me lo puso en mis brazos y fue mágico,
empecé a hablarle, a decirle lo mal que lo habíamos pasado pero por fin
estábamos juntos. Él me miraba con la mirada más bonita del mundo, callado,
“ahora estas con mamá” Ya no lloró más esa noche.
Ya hace casi cinco meses de ese día y por él
volvería a pasarlo todo de nuevo. Tuve un momento malo pero todo lo demás fue
mágico. Sin duda, fue el día más feliz de mi vida, junto con el de mi boda.
Me encantan las historias de partos!!! Siempre se me escapa la lagrimilla recordando el mío. Yo al ver que había roto aguas me puse a llorar en medio del pasillo de casa jajaja
ResponderEliminarjajaja yo no sabia ni que estaba pasando me quede bloqueada!!
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar