jueves, 24 de julio de 2014

El parto. Segunda parte.


Entre mi marido y el celador me llevaron andando al paritorio, yo iba con mis piernas dormidas y esa sensación de no controlar nada.
Me subieron al potro y se pusieron a preparar cuando mi ginecólogo se asomó al asunto dijo: “no te preocupes, que este chiquillo no se cae”. Primeras palabras de ánimo…
Me explicaron como respirar: cógete aquí, respira así y patatín patatán, de que me di cuenta el anestesista estaba subido encima de mí y yo blanca de dolor. Esto lo tengo un poco espeso por aquello de que la oxitocina te hace olvidar.
En un momento dado el dolor y el cansancio me ganaban la batalla, no podía más, me nublé y dije  que no empujaba más (dadme un bisturí, yo lo saco) La idea no les gustó nada y todos insistían: “venga, empuja mujer” Mi ginecólogo: “las ganillas ponen un huevo todos los días y no se quejan tanto” y a mí me daba igual lo que dijeran, solo pensaba “dejadme ya, por favor”. Entonces escuche la voz de la única persona que me conocía y estaba sufriendo como yo en ese momento: “venga, que tú puedes con esto y con más” y en ese momento pensé por él y por nuestro hijo tengo que empujar, me duela lo que me duela, y así lo hice, con el anestesista y el pediatra encima y yo empujando con todas mis fuerzas, el miquito salió y me sentí la persona más cansada y feliz de la tierra.
El pediatra se lo llevó rápidamente a la incubadora, me dejaron darle un beso y fuera. Me hubiese gustado hacer el “piel con piel” pero no pudo ser…
Cuando me sacaron del paritorio tenía esperando a  un  montón de gente. Mi madre me dio un beso que casi me come y mi suegra otro, y yo pensé “ahora sé lo que nos queréis” porque hasta ese momento no tenía ni idea.
Dos horas pasaron hasta que pude tenerlo en brazos, esas dos horas fueron una ida y venida de fotos de móvil que le hacían todos desde la incubadora: “madre mía que genio tiene, está llorando un montón”. A las dos horas, el auxiliar vino con él en brazos. Venía llorando y su llanto era como el de un gato pequeño. Me lo puso en mis brazos y fue mágico, empecé a hablarle, a decirle lo mal que lo habíamos pasado pero por fin estábamos juntos. Él me miraba con la mirada más bonita del mundo, callado, “ahora estas con mamá” Ya no lloró más esa noche.
Ya hace casi cinco meses de ese día y por él volvería a pasarlo todo de nuevo. Tuve un momento malo pero todo lo demás fue mágico. Sin duda, fue el día más feliz de mi vida, junto con el de mi boda.





3 comentarios:

  1. Me encantan las historias de partos!!! Siempre se me escapa la lagrimilla recordando el mío. Yo al ver que había roto aguas me puse a llorar en medio del pasillo de casa jajaja

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    1. jajaja yo no sabia ni que estaba pasando me quede bloqueada!!

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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